El 22 de julio de 1995 fallecía en Madrid MARGARITA GONZÁLEZ MANSILLA, después de haber permanecido en coma más de tres meses tras ser gravemente herida el 19 de abril de ese año en el atentado contra el entonces líder de la oposición y presidente del Partido Popular, José María Aznar.
La víctima quedó sepultada mientras dormía por los escombros en que quedó convertida su vivienda, una casa baja situada a escasos metros del lugar donde explotó el coche-bomba, en la calle José Silva de Madrid. Su marido, Agustín Mansilla Gómez, estaba en el baño en el momento de la explosión. Eran aproximadamente las 8:05 horas cuando, al paso del vehículo de José María Aznar, hizo explosión un potentísimo coche-bomba cargado con cuarenta kilos de amosal y otros cuarenta de metralla.
La casa de Margarita y Agustín quedó prácticamente destruida. Él, atrapado hasta la cintura por los escombros, oyó cómo su mujer le llamaba en tres ocasiones tras derrumbarse la casa. Los miembros del SAMUR, que fueron los primeros en llegar, encontraron a Margarita en parada cardiorrespiratoria. Consiguieron reanimarla y la trasladaron al Hospital Ramón y Cajal, donde permaneció en coma hasta su fallecimiento el 22 de julio.
Durante su estancia en el hospital, uno de sus hijos contó, al mes siguiente del atentado, cómo te acabas acostumbrando al dolor de ver a tu madre en esa situación: "Al principio fue un auténtico drama. No sabías cuánto iba a durar, cuándo iba a morirse. Ahora, ya no te lo preguntas. Vas al hospital, acompañas a tu madre en sus últimos momentos. Sabes que en cualquier momento se te va a ir. Así nos lo han dicho los médicos: es irreversible" (El Mundo, "La víctima silenciosa").
En el atentado resultaron heridas otra veintena de personas que sufrieron quemaduras y traumatismos de diversa consideración, entre ellas el líder del PP, aunque éste de carácter leve. El potente blindaje del vehículo en el que viajaba, un Audi V8 con quinientos kilos de chapa y dos mil kilos de peso, le salvó la vida a él, al chófer y al guardaespaldas. La onda expansiva y la metralla impactaron de lleno contra la puerta del lateral en el que viajaba el dirigente del PP.
Los terroristas activaron el coche-bomba con un cable de trescientos metros de longitud, en vez de con su habitual sistema de mando a distancia por radio. Sabían que este método no les habría funcionado, porque el coche del líder del PP iba equipado con un inhibidor de frecuencias que habría interrumpido las emisiones del mando a distancia. Además del blindaje, los terroristas activaron la bomba con un ligero error de cálculo, obligados a efectuar la detonación desde un punto de la calle de José Silva que les impidió precisar el blanco.
José María Aznar fue asistido de urgencia en la Clínica Belén, en la que entró a pie. Externamente sólo presentaba ligeros rasguños en la cara. "Estoy bien, estoy bien. ¿Cómo están los míos (los agentes de su escolta)?", fueron las primeras palabras que dijo a los médicos. A continuación fue trasladado a la Clínica Ruber, de la calle de Juan Bravo, para ser sometido a una exploración neurológica exhaustiva. La clínica Belén, situada a pocos metros del lugar del atentado, fue desalojada parcialmente poco después a causa de una falsa amenaza de bomba.
La onda expansiva del coche-bomba perdió parte de su poder mortífero por ser una calle muy abierta y de edificios bajos. Una docena de automóviles aparcados en la misma sufrió graves destrozos por el incendio causado tras la explosión, así como numerosas viviendas de los alrededores, cuyos cristales saltaron hechos añicos. Un total de 37 edificios, 126 viviendas, 16 locales comerciales, oficinas y 20 vehículos resultaron dañados en el atentado. Dos de los edificios fueron declarados en ruina total.
Los dos etarras que perpetraron el atentado huyeron en un Fiat Uno con matrícula falsa a cuyo volante les esperaba un tercer terrorista. Los etarras dejaron abandonado este vehículo en un descampado de la calle de Mauricio Legendre, cerca de la estación de Chamartín, con un artefacto incendiario de 3 o 4 kilos que estalló alrededor de las nueve de la mañana, borrando todas las huellas de los terroristas.
Margarita González Mansilla tenía 69 años. Estaba casada con Agustín Mansilla Gómez, que resultó herido, y tenían un hijo, agente del Cuerpo Nacional de Policía, y una hija. Fue enterrada el 25 de julio en Puebla de Alcocer (Badajoz).
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.