Hacia las ocho menos cuarto de la tarde del domingo 21 de agosto de 1994 la banda terrorista ETA asesinaba en Berango (Vizcaya) de dos tiros en la cabeza al policía nacional JOSÉ SANTANA RAMOS mientras jugaba a las cartas con unos amigos en la sede social del Partido Nacionalista Vasco de la localidad. En el mismo atentado resultaron heridos de carácter reservado, por el rebote de uno de los disparos, José Benedicto Herrero Hernández, de 71 años, una de las tres personas que jugaba a las cartas con el policía asesinado, y otras dos personas. Herrero estuvo durante un tiempo ingresado en el Hospital de Cruces y tardó 143 días en restablecerse de sus fracturas de húmero y radio. Según informaron testigos presenciales, José Santana se encontraba acompañado por una de sus hijas, de 8 años, que presenció el atentado mientras esperaba a su compañera, agente de la Ertzaintza.
Faltaban pocos minutos para las ocho de la tarde cuando el etarra José Luis Martín Carmona, acompañado de Lourdes Churruca Medinabeitia, se bajó de un taxi y entró a cara descubierta en el batzoki de Berango, en la calle Sabino Arana. Acercándose a la mesa donde José Santana jugaba a las cartas, le disparó dos tiros en la cabeza, provocándole la muerte en el acto. A continuación emprendió la huida junto a Lourdes Churruca, etarra que cubrió el asesinato desde la puerta del establecimiento. Ambos se montaron en un taxi, conducido por un tercer terrorista, que había sido robado minutos antes en una parada de Guecho, y su propietario encerrado en el maletero. El taxi, con el taxista, fue abandonado en Algorta, a unos cuatro kilómetros de Berango. Según el testimonio del propietario del taxi que se utilizó en la acción, un Mercedes de color blanco, los terroristas habían solicitado un servicio normal de taxi en Algorta. Después, uno de ellos le amenazó con una pistola y le obligó a introducirse en el maletero del vehículo. Una vez cometido el atentado, los terroristas abandonaron el automóvil en la calle Nicolás de la localidad de Algorta. Varias personas avisaron a la Ertzaintza, alertadas por los gritos de socorro del taxista, que permanecía encerrado en el interior del maletero del automóvil.
Vecinos de la localidad de Berango comentaron que la víctima era bastante conocida en el pueblo y acudía habitualmente al batzoki, donde jugaba a las cartas casi todos los días. Los responsables del mismo explicaron que ninguna persona que se encontraba a cargo del local pudo observar cómo sucedían los hechos, ya que todos ellos se encontraban en la cocina en el momento del atentado. Era la primera vez que la banda terrorista cometía un atentado en una sede social del PNV, y tuvo lugar un día después de que el grupo Vizcaya intentara llevar a cabo un atentado terrorista en Basauri.
A las 12:00 horas del día siguiente se celebró el funeral por el agente de la Policía Nacional en la Iglesia de los Agustinos de Bilbao, al que acudió el ministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, y el director general de la Policía, Miguel Ángel Olivares.
Los días previos al asesinato de José Santana las Fuerzas de Seguridad del Estado habían alertado sobre la posibilidad de un recrudecimiento de los atentados en vísperas de la Semana Grande de Bilbao. Días antes, simpatizantes de Herri Batasuna se habían manifestado en San Sebastián en apoyo a la banda asesina ETA coreando gritos como "Contra la represión, coche-bomba solución". Por las mismas fechas, dos ertzainas recibieron una paliza a manos de un grupo de proetarras en un bar-sede de Herri Batasuna de la parte vieja de San Sebastián, y días después del asesinato de José Santana, el 27 de agosto, un policía salvó la vida al tirarse al río Oyarzun abrasado por las llamas de un cóctel molotov que lanzaron contra el vehículo en el que patrullaba.
Cuando se produjo el asesinato de José Santana, el Partido Nacionalista Vasco, y más concretamente Xabier Arzalluz, presionaba a favor de una política de reinserción de los presos etarras, además de repetir hasta la saciedad que no era conveniente una victoria policial sobre la banda sino una salida negociada. Pero más lamentable y significativo fue que las declaraciones de Arzalluz en las que proponía que las víctimas del terrorismo no pudieran cobrar indemnizaciones ni del Estado ni de sus asesinos, lo que condenaría a la indigencia a muchas de ellas, no tuviesen respuesta del Gobierno central.
En 1997 la Audiencia Nacional condenó a 30 años de reclusión mayor a los terroristas José Luis Martín Carmona y Lourdes Churruca Medinabeitia. En 1999 se condenó a 14 años de reclusión a Aitor Bores Gutiérrez como cómplice del atentado, siendo el etarra que consiguió información sobre los horarios, trayectos y lugares visitados por el policía nacional. Además, la noche anterior al asesinato, los autores materiales durmieron en el domicilio de Bores Gutiérrez. Por último, en 2003 la Audiencia Nacional condenó, también en concepto de cómplice, a Jorge Martínez Aedo a 17 años de reclusión menor. Este cómplice de asesinos dijo en el juicio que lo único que recordaba del asesinato del policía era que se rió "un montón viendo a Arzalluz en televisión con un rebote de la hostia" después de que "le dieran a un txakurra" (Efe, 24/04/2003). Martínez Aedo fue detenido en Francia en noviembre de 1997 y entregado a España en julio de 2002. Estaba integrado en un grupo de apoyo al Vizcaya de ETA, el grupo Manguis, que se dedicaba a proveer de vehículos y matrículas falsas a los asesinos de la banda.
José Santana Ramos, de 37 años, era natural de Minas de Riotinto (Huelva). Tenía tres hijos y residía en Berango. Ingresó en el Cuerpo Nacional de Policía en 1979 y fue destinado a Bilbao en 1982, donde prestaba servicios en el Puerto de Santurce, en la sección de documentación para el control de pasajeros del ferry que comunicaba la capital vizcaína con Portsmouth (Reino Unido). Sus restos mortales se trasladaron tras el funeral oficial celebrado en Bilbao a Dos Hermanas (Sevilla), donde recibieron sepultura.
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.