Eran poco más de las 8:30 horas del 6 de febrero de 1992 cuando la explosión de un coche-bomba con 50 kilos de amonal y tornillería en la plaza de la Cruz Verde, en pleno centro de Madrid, destrozó una furgoneta militar haciendo temblar varios edificios próximos. El vehículo militar iba camino de la sede de la Capitanía General, ubicada en la calle Mayor, y cuando explotó el coche-bomba apenas le quedaban trescientos metros para llegar a su destino.
El atentado provocó cinco víctimas mortales: los capitanes JUAN ANTONIO NÚÑEZ SÁNCHEZ, RAMÓN CARLOS NAVIA REFOJO y EMILIO DOMINGO TEJEDOR FUENTES, el soldado que conducía la furgoneta, FRANCISCO CARRILLO GARCÍA, y un funcionario del Ejército de Tierra, ANTONIO RICOTE CASTILLA.
Además, la onda expansiva causó numerosos estragos materiales en los inmuebles de alrededor y heridas de gravedad a Antonio Crispín González y a Aurelio Matías Martínez. Otros doce transeúntes resultaron heridos de menor gravedad.
El brutal atentado produjo una reacción social inmediata, y ese mismo día, por la tarde, miles de ciudadanos se concentraron en la Puerta del Sol de Madrid, convocados por el Ayuntamiento, la Comunidad Autónoma, partidos y sindicatos, para expresar su repulsa contra el quíntuple asesinato. La reacción del presidente del Gobierno, Felipe González, también fue rotunda y se mostró partidario de emprender acciones judiciales contra Herri Batasuna (HB): "hay que actuar firmemente no sólo contra los terroristas que ponen las bombas, sino contra los que les dan amparo y les ayudan de manera directa o indirecta".
En diciembre de 2003 fueron juzgados por este atentado los etarras Gonzalo Rodríguez Cordero, José Gabriel Zabala Erasun e Ignacio Echevarría Martín, alias Mortadelo (detenido en Francia en 1996 y extraditado en 1998), este último como autor material, pues supuestamente fue el que accionó el coche bomba. Los asesinos provocaron desórdenes de todo tipo, profirieron gritos a favor de la banda e incluso uno de ellos (Rodríguez Cordero) llegó a desnudarse en la sala para forzar su expulsión, provocando la indignación de las viudas y otros familiares de los cinco asesinados que llegaron a desafiar a los asesinos diciéndoles que "si son valientes para matar, que sean valientes para quedarse en el juicio".
Por sentencia de 2004 quedó establecido que Zabala Erasun y Rodríguez Cordero fueron los que prepararon el coche bomba siguiendo órdenes de la dirección de ETA. El fallo establece que Echevarría y otros dos terroristas no identificados, miembros del grupo Madrid de ETA, fueron los autores directos y materiales del quíntuple asesinato.
Francisco Carrillo García tenía 22 años. Era el soldado conductor del furgón militar. Natural de Madrid, estaba soltero. Cuando tenía nueve años se trasladó con su familia a Lugo, donde estudió primaria y secundaria. Posteriormente se trasladó de nuevo a Madrid para finalizar sus estudios de Óptica, tras lo cual se incorporó al servicio militar. Se iba a licenciar en abril de 1992. Fue enterrado en el cementerio de La Almudena de Madrid.
El capitán de Artillería Ramón Carlos Navia Refojo tenía 46 años. Natural de Pontevedra, estaba casado con Carmen Miranda y tenía dos hijas de 19 y 14 años. Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio madrileño de Carabanchel. La madre del capitán Navia, Emilia Refojo, sufrió un amago de infarto en el hospital al que fue trasladado el cadáver de su hijo.
Juan Antonio Núñez Sánchez era capitán de Caballería, natural de La Alameda de Gardón (Salamanca). Tenía 54 años, y estaba casado con dos hijos: un hijo de 26 años, también militar, y una hija de 23.
Antonio Ricote Castilla era funcionario civil de Correos y Telégrafos, adscrito al Ministerio de Defensa. En el momento de su asesinato estaba destinado en la Capitanía General de Madrid. Estaba casado y tenía dos hijos.
Emilio Domingo Tejedor Fuentes era capitán de la escala auxiliar de Infantería y tenía 50 años. Natural de la localidad zamorana de Fresno de Sayago, estaba casado y tenía un hijo de 23 años.
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.