José Julián Pino Arriero, sargento toledano de la Guardia Civil de 39 años, murió junto a su su mujer, María del Carmen Fernández Muñoz, y su hija, Silvia Pino Fernández, en el atentado con coche-bomba que el comando Argala detonó a distancia contra la casa-cuartel de Zaragoza el 11 de diciembre de 1987.
José Julián Pino Arriero era sargento de la Guardia Civil cuando fue asesinado por ETA. Llevaba diez años destinado en Zaragoza y tenía ya solicitado su traslado a Madrid. José Julián estaba casado con María del Carmen Fernández Muñoz y junto a ella era padre de tres niños: Silvia, de 7 años; Víctor, de 11 y José María, de 13 años de edad. En 2005, por Real Decreto 319/2005, José Julián Pino era ascendido, con carácter honorífico y a título póstumo, al puesto de sargento primero.
María del Carmen Fernández Muñoz, ama de casa de 38 años y natural de Talavera de la Reina (Toledo), estaba casada con José Julián Pino y era madre de Silvia, Víctor y José María Pino Fernández. Tanto ella como su hija y esposo fallecieron en el atentado, por lo que sus dos hijos, Víctor y José María, fueron a vivir con su abuela, que se hizo cargo de los dos niños hasta su fallecimiento, poco tiempo después. Los dos muchachos, habiendo perdido a toda su familia al completo, crecieron en el Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil y siguieron los pasos de su difunto padre hasta convertirse también ellos en miembros del Instituto Armado.
Silvia Pino Fernández, hija de José Julián Pino Arriero y María del Carmen Fernández Muñoz, tenía sólo 7 años cuando fue asesinada. Silvia había nacido y se había criado en Zaragoza junto con sus padres y hermanos. En diciembre de 2010 la ciudad de Talavera de la Reina (Toledo), donde los tres miembros de la familia fueron enterrados, rindió homenaje a los vecinos de la localidad asesinados en atentados terroristas de la banda ETA, inaugurándose un monumento donado por el médico José Blas. José María Pino Fernández, el mayor de los dos hermanos que sobrevivieron, estuvo presente en el acto y fue uno de los encargados de realizar una ofrenda floral a los pies del monumento.
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.