A última hora de la tarde del martes 21 de mayo de 1985 la banda terrorista ETA asesinaba a los policías nacionales MÁXIMO DÍAZ BARDERA y FRANCISCO RIVAS LÓPEZ cuando paseaban, vestidos de paisano y fuera de servicio, por una ladera del monte Ulía, entre San Sebastián y Pasajes. Los terroristas abordaron a sus víctimas en un paraje aislado y las mataron de un tiro a bocajarro en la cabeza. Aparentemente, los policías no opusieron resistencia, pues sus cuerpos no presentaban más señales de violencia que un agujero negro de sangre coagulada en la sien.
Los agentes habían salido de paseo, con los perros de ambos, en torno a las 16:00 horas. Ya de noche, el perro de Francisco apareció en su domicilio. A las 21:00 horas, las familias de ambos policías, extrañadas de que no hubiesen regresado, presentaron una denuncia.
Un centenar de policías, ayudados por un helicóptero de la Guardia Civil, inició el rastreo del monte, especialmente el paraje del Faro de la Plata, un lugar al que Máximo y Francisco solían acudir habitualmente con sus perros. Los cadáveres fueron localizados pasadas las 10:00 horas del miércoles 22 de mayo, tras una noche de intensos rastreos en el monte Ulía y una vez que, en torno a las 9:30 horas, un autodenominado portavoz de ETA indicara al diario Egin el punto exacto del asesinato.
Varios policías se dirigieron hacia la zona y al acercarse oyeron unos gemidos. Siguiendo el quejido llegaron a una zona de zarzales, donde encontraron los cuerpos tumbados boca arriba de los dos policías, a ambos lados del sendero y a la misma altura, frente al mar. La perra de Máximo aullaba de tristeza recostada sobre el pecho de su dueño, y la mano del otro compañero descansaba sobre el suelo, en una postura forzada. Cerca de ambos, había un pequeño ramillete de margaritas, al lado de un casquillo 9 milímetros parabellum, marca SF.
En mayo de 2008, cuando se cumplían 23 años del asesinato, María del Pilar Díaz Ríos, la hija mayor de Máximo, recordaba en una carta escrita al diario El Mundo ese terrible día en que quedó huérfana y en que su padre no llegó a recogerla al colegio:
Hoy es martes, 21 de mayo de 1985. Acabo de salir del cole y estoy esperando a que mi papá venga a buscarme (...) Es el mejor papá del mundo y el mejor policía. En mi familia somos cinco personas: mi papá tiene 35 años, mamá tiene 30 años, yo soy la mayor de tres hermanos y tengo 8 años, y mis dos hermanos tienen 6 y 3 años. Somos una familia feliz (...) Mi papá tarda mucho, los demás niños ya se han ido con sus papás y mi papá no ha venido todavía. (...) Estoy sola en el patio. No lo entiendo. Mi papá no viene. Pero va a venir, porque la palabra de mi papá es ley y si me dijo que venía es que va a venir. Pues verán ustedes, mi padre no vino a buscarme esa tarde al colegio, tuve que irme sola a casa. Pero tampoco vino a casa esa noche... Mi padre no volvió a casa nunca más.
Y recordaba que el ramo de margaritas que se encontraron al lado de los cuerpos de Francisco y Máximo eran para su madre y para ella:
Mi padre había cogido unas flores para mamá y para que yo, su hija María del Pilar, le llevara flores a la Virgen, porque el mes de mayo, para los católicos, es el mes de María. Y la ETA les asesinó. ETA nos asesinó a todos ese día (...) Cuando asesinaron a papá, yo ocupé su lugar, dejando de ser una niña de ocho años para ser el cabeza de familia. Mis hermanos y yo no tuvimos más alternativa que ingresar en colegios de huérfanos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y de las Fuerzas Armadas. En ellos hemos permanecido internos, hasta hace poco tiempo, cuando, gracias a la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo del gobierno de Aznar, pude comprar una casa y reunir en ella a mi familia. Después de reconstruir los pedazos que esos repugnantes asesinos cobardes de la ETA dejaron de mi familia y de mí, el amor de una hija a su padre me llevó a reivindicar: Memoria, Dignidad y Justicia.
Desde que conoció a Francisco José Alcaraz y empezó a participar en la Rebelión Cívica por él liderada, María del Pilar se siente menos sola. Como declaró el 6 de noviembre de 2010 en el programa Sin Complejos de esRadio, "cuando iba en la pancarta y miré hacia atrás y vi a toda esa gente maravillosa, me sentí menos huérfana". Por el contrario, también recordó cómo en los duros años que tuvo que vivir en el País Vasco tras la muerte de su padre, cada vez que la sociedad miraba hacia otro lado "hacía que me sintiera una apestada". "Ya éramos víctimas del terrorismo desde que nacimos por el hecho de ser hijos de nuestros padres, hijos de policías y guardias civiles".
El asesinato de Máximo y Francisco nunca fue resuelto judicialmente. Incluso se ha afirmado que jamás se ha encontrado ningún dato fidedigno que permitiera identificar a los autores del atentado. Como relataba en la carta a El Mundo
Mi abogada y amiga, Manuela [Rubio Valero] y yo, empezamos a buscar respuestas sobre el atentado de papá, ya que desde el asesinato, mi familia y yo nunca hemos recibido información de ningún tipo por parte de las instituciones publicas. Y todo para descubrir que el asesinato de mi padre ha prescrito, lo que implica que los asesinos nunca serán juzgados". Y añadió: "Mi padre juró proteger a España y a los españoles de bien, y ¡vive Dios, que cumplió su palabra! A papá le asesinaron por ser España, porque su uniforme representa el Estado de Derecho español, el Orden y la Ley. Y en agradecimiento a sus servicios prestados a España, ni España, ni el Estado de Derecho español, ni el Orden, ni la Ley han hecho justicia a un hombre bueno, como papá, ni a otros muchos hombres buenos, que además, para mayor indignación, eran sacados en sus féretros por la puerta de atrás de las iglesias, a hurtadillas. Con un gran abatimiento y con un sentimiento de desolación y desconsuelo absolutos. Con un inmenso dolor en mi corazón y en mi alma, me veo en la necesidad de denunciar esta aberración legal que permite la prescripción de los delitos de terrorismo.
El 26 de abril de 2011 María del Pilar Díaz señaló a Libertad Digital que la instrucción de este atentado, si se puede llamar así a lo que se hizo en este caso, fue desastrosa. Por ejemplo "el juez de instrucción jamás pidió la inspección ocular del lugar de los hechos a la Policía, que a su padre no le hicieron autopsia, que no se investigó nada, que el juez nunca pidió informes a la Policía", agregó. Para poder acceder al sumario del asesinato de su padre, y tras encontrarse un montón de trabas por parte de la Audiencia Nacional, María del Pilar amenazó con encadenarse a la puerta de la misma, tras lo cual consiguió que se lo diesen, sumario "que tuvo que leer de pie, al lado de una fotocopiadora y una papelera".
Sin embargo, hay al menos dos informaciones publicadas en el diario ABC, nueve y diez años después del atentado (03/08/94 y 15/08/95), en las que se hace referencia a Ramón Zapirain Tellechea como presunto autor del asesinato de Máximo y Francisco. Zapirain integró, junto a Arturo Cubillas Fontán, Idoia López Riaño y José Angel Aguirre Aguirre, el denominado grupo Oker de ETA. Zapirain y Aguirre fueron detenidos en noviembre de 1985 y, pese a ser considerados presuntos autores del asesinato de Máximo y Francisco, no se les juzgó por este atentado, aunque sí por otros asesinatos, como el de Facal Soto, cometido apenas tres meses antes que el de Máximo y Francisco. Por ello resulta cuando menos chocante que, diez años después, el diario ABC siguiese haciendo alusión a Zapirain Tellechea como presunto autor del asesinato de los dos policías.
Máximo Díaz Bardera tenía 35 años. Era natural de Pedro Bernardo (Ávila), estaba casado y tenía tres hijos de 8, 6 y 3 años. Trabajaba en San Sebastián donde, desde once años antes de ser asesinado, era el encargado de la centralita de teléfonos del Gobierno Civil.
Francisco Rivas López, de 50 años, era de Torremocha (Guadalajara) pero llevaba 26 años destinado en San Sebastián, su primer y único destino. Estaba casado con Concepción Ayerbe y tenía una hija de 19 años. Al igual que su compañero y amigo Máximo, vivía con su familia en Pasajes de San Pedro, en una barriada de casas reservada a la Policía Nacional que estaba ubicada en la ladera sur del monte Ulía.
Ps. Una vez terminada esta semblanza, María del Pilar Díaz Ríos, hija de Máximo, me envía este correo electrónico: "Hay un mensaje que me gustaría transmitir. Mi padre pasó muchas noches al raso del cielo para proteger a los españoles de bien. Otras veces el agua le entraba por el cuello de la camisa del uniforme y le salía por la pernera del pantalón pero a mi padre no le importaba porque estaba salvando la vida de los españoles buenos. Muchos días tuvo frío y sueño, y estuvo todo el día sin comer, pero lo importante era que su sacrificio salvaba la vida de los españoles buenos. Por eso quiero hacer un llamamiento a los españoles buenos, quiero decirles que cuando los malvados les golpeen duro, cuando estén cansados, cuando tengan sueño, hambre y frío, recuerden que mi padre juró ante Dios y ante la Bandera de España protegerles de los malvados y ¡vive Dios! que mi padre, como Ángel Custodio de España, cumplió su juramento. Por eso, ahora, es mi obligación como hija, deciros a los españoles de bien que aunque los malvados os golpeen duro, aunque estéis cansados, tengáis sueño, hambre o frío os levantéis y resistáis como antes lo hizo mi padre por vosotros y defendáis España con el mismo orgullo y honor que él lo hizo y así mantendréis viva su memoria, su dignidad y le haréis justicia. A él, mi padre, y a todas las victimas del terrorismo".
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.