A las nueve de la mañana del 5 de junio de 1982, la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en Santurce (Vizcaya) al empresario y vinatero riojano RAFAEL VEGA GIL.
En torno a las ocho de la mañana, y acompañado por uno de sus hijos, la víctima había abierto su almacén de vinos y licores La Gloria de La Rioja, en el número 22 de la calle del Doctor Fleming, de Santurce. Una hora después, y cuando se encontraba en el interior de la pequeña oficina acristalada situada a la entrada del almacén, dos encapuchados se apearon de un vehículo, se acercaron al empresario y, sin mediar palabra, efectuaron contra él varios disparos de pistola. La víctima fue alcanzada por seis impactos de bala, cuatro de ellos en la cabeza. En el lugar de los hechos se encontraron nueve casquillos de bala marca SF, calibre 9 milímetros parabellum.
Los dos terroristas, sin quitarse la capucha, subieron casi de inmediato al automóvil, donde aguardaban otros dos cómplices, al parecer también encapuchados. El coche, un Renault 16 color blanco, había sido robado a primera hora de la mañana en la vecina localidad de Portugalete. Su propietario fue introducido en el portamaletas del vehículo, donde permaneció hasta el hallazgo del mismo, minutos después del atentado, en el mismo Santurce, junto al antiguo cuartel de la Guardia Civil.
El primero en acudir a socorrer a Rafael fue su hijo Luis María, de 17 años, que trabajaba con la víctima y se encontraba en un extremo del almacén cuando se produjo el atentado, por lo que no pudo ver a los terroristas. Enseguida llegaron vecinos del lugar que se encontraron con la dramática escena de Rafael en mitad de un gran charco de sangre y su hijo de rodillas junto a él. Al advertir que el empresario todavía se movía, los vecinos llamaron a una ambulancia de la Cruz Roja, que lo trasladó a la Residencia Sanitaria de Cruces, en cuyo quirófano falleció poco antes de las diez de la mañana.
Familiares y amigos de Rafael Vega indicaron que "sólo se dedicaba a trabajar y nunca se había metido en nada", por lo que no se explicaban los móviles del asesinato. Asimismo manifestaron que la familia nunca había recibido amenazas. Sin embargo, otras fuentes indicaron que Rafael, próximo a Alianza Popular, se negó a ceder a la extorsión económica conocida como "impuesto revolucionario".
En 1984 la Audiencia Nacional condenó a Ricardo Prieto Vicente y José Antonio Hernández Hernando, miembros del grupo Poeta de la banda terrorista ETA, a 26 años, 8 meses y 1 día por un delito de asesinato. El jefe del grupo, Pedro Viles Escobar, alias Kepa, no fue juzgado y fue uno de los 11 etarras expulsados de Argel a Venezuela. En 2004 Hugo Chávez le concedió la nacionalidad venezolana, a la vez que a Arturo Cubillas y a María Asunción Arana Altuna, alias Olivia, viuda del histórico etarra asesinado José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala. En febrero de 2011 Pedro Viles residía en la localidad de Güiria. En ese país se ha convertido en un próspero empresario, donde creó la factoría de comercialización de pescado Deusto Mar, en la que ha trabajado el etarra Cubillas. Posteriormente regentó Sotera, beneficiándose de cuantiosas subvenciones del Estado venezolano. Viles Escobar ha dado cobijo a otros etarras, como Miguel Ángel Aldana Barrena o José Lorenzo Ayestarán. El etarra tiene dos causas pendientes con la justicia española, pero no se ha pedido su extradición y, aunque se sospecha que no está desvinculado del todo de la banda terrorista ETA, no se esconde y hace vida absolutamente normal en Venezuela.
Rafael Vega Gil, de 48 años, estaba casado con María Dolores Berisa Martínez. Tenía cuatro hijos: José, de 22 años; Víctoria, de 19; Luis María, de 17 y Rafael, de 12. Vega Gil era natural de Tudelilla (La Rioja), aunque desde veinte años antes de su asesinato vivía en Santurce, donde regentaba el almacén de venta de vinos. La desgracia de la familia Vega Berisa no terminó con el asesinato de Rafael, porque pocos meses después, el 8 de septiembre del mismo año, su viuda se suicidó tirándose desde un sexto piso al no ser capaz de superar la depresión que le causó la pérdida de su marido.
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.