A las nueve menos cinco de la mañana del jueves 31 de octubre de 1980 la banda terrorista ETA asesinaba a JUAN DE DIOS DOVAL MATEOS, miembro del comité ejecutivo de Guipúzcoa de Unión de Centro Democrático (UCD). Dos desconocidos dispararon contra él cuando había cogido el coche para dirigirse a su trabajo en la facultad de Derecho.
El dirigente centrista había salido de su domicilio en el barrio donostiarra de Lores, situado en las afueras de la ciudad, y se introdujo en su automóvil, un Simca 1200. Acababa de arrancar el motor del vehículo cuando dos terroristas a cara descubierta hicieron tres disparos y se dieron a la fuga en dirección a una carretera secundaria próxima, donde les esperaba un tercer terrorista al volante de un coche robado previamente.
Juan de Dios Doval fue alcanzado por dos proyectiles. Uno de ellos, con entrada en el lado izquierdo del cuello y que quedó alojado en el lado derecho del tórax, le causó la muerte casi en el acto. Otro proyectil le alcanzó en el pecho, pero chocó con un bolígrafo que llevaba en el bolsillo y no llegó a provocar herida interna. Una ambulancia de la asociación de ayuda en carretera Detente y Ayuda (DYA) trasladó a la víctima a la residencia sanitaria de la Seguridad Social Nuestra Señora de Aránzazu, donde se certificó su fallecimiento. En el lugar de los hechos se recogieron tres casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marca FN.
Nada más tener noticias del asesinato, quedaron paralizadas las actividades de la facultad de Derecho. La mayoría de los estudiantes que se encontraban en las dependencias universitarias se reunieron en una asamblea, en la que aprobaron un comunicado manifestando "la más absoluta repulsa y desprecio" por el atentado, y condenando el clima general de violencia, con expresa mención a las "detenciones indiscriminadas". La junta de profesores realizó simultáneamente otra reunión. A las once y media de la mañana, unos trescientos alumnos y profesores se dirigieron en manifestación silenciosa desde la facultad, a corta distancia del lugar donde cayó muerto Juan de Dios Doval, hasta la Diputación Foral de Guipúzcoa donde hicieron entrega de un escrito de protesta.
En julio de 1982 se celebró en la Audiencia Nacional el juicio contra José María Salegui Zuloaga y Luis Francisco Amezaga Mendizábal, acusados del asesinato de Juan de Dios Doval Mateos. El fiscal solicitó, para cada uno de ellos, penas de veintinueve años por asesinato y seis años por utilización ilegítima de vehículo a motor ajeno. Según el escrito de conclusión provisional del fiscal, los dos acusados junto a José Luis Bilbao, en situación de rebeldía, robaron un coche a punta de pistola, ataron a su propietario en un monte próximo y se dirigieron a la urbanización donostiarra de Lores, donde esperaron al dirigente de la UCD vasca contra quien dispararon cuando éste abandonaba su vehículo. Los procesados negaron su pertenencia a ETA, así como la participación en el asesinato de Doval Mateos. Salegui declaró que la utilización de armas y la muerte de semejantes iban en contra de sus principios. Eva María Roig, testigo presencial del asesinato, manifestó que los autores del hecho se acercaron al Simca 1200 de color azul y después de disparar salieron corriendo y riendo. La joven afirmó que vio el asesinato desde bastante cerca, pero no reconoció a ninguno de los procesados. Tampoco identificó a los procesados el propietario del vehículo robado, señalando que los encausados no coincidían con las características de los autores del robo. El fiscal, sin embargo, elevó a definitivas sus conclusiones provisionales, mientras que el defensor pidió la absolución. El 14 de julio la Audiencia Nacional absolvió a los dos acusados y en la sentencia se señaló que la declaración de la testigo presencial se había silenciado en el atestado policial.
Juan de Dios Doval Mateos, de 37 años, había nacido en Madrid, aunque pasó toda su juventud en San Sebastián donde su padre, notario, se trasladó por razones profesionales. Estaba casado y tenía dos hijos, de 7 y 4 años. Doctor en Derecho y profesor adjunto de la facultad de San Sebastián, compaginaba ese trabajo con la dirección de algunos asuntos en una gestoría administrativa propiedad de un hermano. Había ingresado en UCD un año antes, y en las elecciones para el Parlamento vasco ocupó el segundo puesto de la candidatura en Guipúzcoa, después del secretario general de la UCD vasca, Jaime Mayor Oreja. Juan de Dios Doval estaba convencido de que sería escogido como víctima de un atentado, sobre todo después del asesinato de su compañero Jaime Arrese en Elgóibar una semana antes. Así lo había confiado el día anterior de su asesinato, el jueves 30 de octubre, a un estudiante de Derecho con el que mantenía amistad, indicándole que había establecido o pensaba establecer contraseñas para franquear la entrada de su vivienda sólo a personas conocidas. El día anterior a su asesinato le dijo a su secretaria: "Reza por mí". Ella le recomendó que abandonara, pero él le contestó que no quería que sus hijos pensasen que era un cobarde, según relató el sacerdote jesuita Antonio Beristain, compañero en la universidad de Juan de Dios, en Gaceta Universitaria. La noticia del asesinato de Doval Mateos fue recibida con nerviosismo, consternación e indignación en la sede provincial de UCD.
El recrudecimiento de la cacería contra miembros del partido estaba diezmando la formación centrista en el País Vasco. En una fotografía tomada en Zumárraga en 1977 aparecían cinco dirigentes de la UCD vasca, de los que tres habían sido asesinados en poco más de un mes: José Ignacio Ustarán, Jaime Arrese, Marcelino Oreja y Jaime Mayor Oreja, además del propio Juan de Dios Doval (Alonso, R., Florencio Domínguez, F. y García Rey, M., Vidas rotas. Historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA, Espasa, 2010. pág. 328). Por deseo expresado con anterioridad a su fallecimiento, Doval fue inhumado al día siguiente, 1 de noviembre, en Ezcaray (Logroño) después de celebrarse el funeral por su alma.
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.