El 29 de julio de 1979 una bomba explotaba a las 13.01 horas en la consigna de equipajes de llegadas nacionales del aeropuerto de Barajas de Madrid, causando la muerte en el acto de JOSÉ MANUEL AMAYA PÉREZ, delegado del equipo de submarinismo de Tenerife que se disponía a coger un avión de vuelta a la isla tras participar en un campeonato en Oviedo. Se trataba de una maleta-bomba, cargada con seis kilos de amonita, situada cerca de la pared interior de la consigna contigua a los servicios. Varios miembros del equipo de submarinismo resultaron alcanzados por la onda expansiva y heridos de gravedad: Francisco Rodríguez, Luis Ulé y Juan Antonio Galindo. Otras cuatro personas también resultaron gravemente heridas.
José Manuel Amaya Pérez, nacido en Melilla, residía en Tenerife desde los 9 años, cuando su padre, comandante de Infantería, fue trasladado a la isla, donde creció y donde fue enterrado. Tenía 32 años, estaba casado y era padre de dos hijos. Venía de participar con un club isleño en el Campeonato Subacuático celebrado en el embalse de San Andrés, en Veriña, Asturias, y le mató la bomba que estalló en Barajas. Estuvo cuatro años trabajando en Nigeria y con el dinero ganado se compró una casa en Santa Cruz. Al regresar a la isla comenzó a trabajar en la dársena pesquera, compatibilizándolo con su dedicación a la Federación Tinerfeña de Actividades Subacuáticas, porque el fondo del mar era su gran pasión. Su hermana Clotilde contó que "no le gustaba estudiar. Hizo de todo, hasta de taxista. Cuando se metió en las actividades subacuáticas encontró su pasión" (La Opinión de Tenerife, 27/03/2006). Su cadáver llegó al aeropuerto de Los Rodeos el 30 de julio. Clotilde Amaya recordó de esta manera cómo se enteró de la noticia: "Era un domingo caluroso de julio, el típico día de verano. A eso de las ocho de la tarde, estábamos viendo la televisión. Estaba en mi casa (en aquel entonces vivía en la calle Salamanca) y nos había visitado mi madre. De repente, en el Telediario, nombraron el nombre de mi hermano en las informaciones sobre varios atentados de ETA. Nos quedamos paralizados. Pensamos que a lo mejor había otra persona que se llamaba igual. Pero los datos que dio el presentador coincidían con los de mi hermano: el nombre completo, la edad, que regresaba de un torneo de submarinismo en Asturias... Fueron momentos de histeria. No sabíamos qué hacer, ni a quién llamar. No nos habían comunicado nada. Fue algo increíble. La familia recibió numerosas condolencias. Nos enviaron condolencias de todos los lados y muchas autoridades fueron al funeral y al entierro. Pero a partir de ahí, nadie se acordó más. Si le soy sincera, me duele".
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.