A las 13:15 horas del 25 de octubre de 1978, la banda terrorista ETA asesinaba a tiros en Durango (Vizcaya) a EPIFANIO BENITO VIDAL VÁZQUEZ, chapista de profesión y afiliado a la Unión General de Trabajadores (UGT). Minutos antes, Epifanio había salido con otros cuatro compañeros del Garaje Avenida, donde trabajaba. Los cinco empleados iban andando y se dirigían a sus respectivos domicilios para comer. Habían recorrido unos cien metros y atravesaron un descampado en la que entonces se llamaba avenida del Generalísimo. Allí, un individuo que simulaba revisar un vehículo con el capó levantado, acompañado por otros dos, se acercó a Epifanio. Sus compañeros creyeron que eran amigos, y continuaron andando.
Apenas habíamos avanzado ocho metros cuando oímos disparos detrás de nosotros. Sin pensarlo, echamos a correr; unos nos escondimos en el interior de la panadería existente bajo el número 1 de la avenida, y los otros en el bar Ainhoa de la misma calle. Cuando volvimos a salir, la gente se había arremolinado junto a Epifanio (La Vanguardia, 26/10/1978).
El pistolero de la banda disparó siete tiros, y Epifanio recibió tres impactos en la cabeza que le causaron la muerte en el acto. En el mismo vehículo que simulaban revisar, un Seat 127 de color blanco (según otras versiones, un Renault 5), los etarras emprendieron rápidamente la huida.
En el comunicado de reivindicación enviado a varios medios de comunicación del País Vasco el 26 de octubre, la banda terrorista ETA acusaba a Epifanio de tener relaciones con los cuerpos policiales y de ser "confidente de las fuerzas represivas". Sus vecinos habían comentado que Epifanio estaba muy vinculado a los círculos locales de la Guardia Civil (El País, 26/10/1978).
Epifanio Vidal Vázquez era natural de Villardondiego (Zamora), aunque residía en Durango, donde también residían sus padres, porteros en una finca, y una hermana. Tenía 27 años y estaba casado con Rosa María Vadillo Uranga, de 23 años. El matrimonio tenía un hijo, Iván, que no había cumplido un año. Epifanio trabajaba como chapista en el Garaje Avenida. A su funeral, en la Iglesia de San Fausto en Durango asistieron unas doscientas cincuenta personas, entre ellas el alcalde de la localidad y el presidente de la Diputación Foral. A continuación sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio local.
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