El 13 de septiembre de 1974 la banda terrorista ETA provocaba su primera masacre haciendo explotar una bomba en la cafetería Rolando de la calle del Correo, muy cerca de la Puerta del Sol en Madrid. La cafetería era frecuentada por policías de la Dirección General de Seguridad y por ello se convirtió en objetivo de la banda asesina.
Francisco Gómez Vaquero, cocinero en la cafetería Rolando, tenía 31 años. Estaba casado con Blanca Condado Aguilar y tenían dos hijas de 4 y 2 años. Francisco fue rescatado aún con vida entre los escombros, pero falleció posteriormente en el Hospital Clínico al que había sido trasladado. Blanca Condado, su viuda, tenía tan solo 29 años. Tardó años en recibir una pensión, por lo que tuvo que ponerse a trabajar como asistenta para sacar adelante a sus dos hijas (José María Calleja, Contra la barbarie.
Un alegato a favor de las víctimas de ETA, Temas de Hoy, 1997). Más de quince años después del asesinato de su marido, Blanca percibía una ridícula pensión del Estado, que ascendía a 39.654 pesetas, apenas 240 euros de hoy. "En todos esos años, la Administración española no ha podido ser más generosa con esta mujer que a los veintinueve años quedó viuda con dos criaturas a las que alimentar, víctima de una barbarie que los sucesivos Gobiernos españoles aún no han sabido atajar" se quejaba en una tribuna de ABC la entonces presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, Ana María Vidal-Abarca (24/02/1990), viuda del comandante de caballería Jesús Velasco Zuazola. "El calvario que en estos años ha pasado Blanca Condado sólo ella lo sabe. Después de padecer más de tres lustros de viudedad, de los que nada en el mundo podría compensarla, tiene además que soportar una penuria económica que le impide dar una formación y unos estudios a sus hijos. Cuando el marido de Blanca fue asesinado no existían indemnizaciones para los familiares de civiles muertos en actos terroristas y también se vio privada de esa ayuda económica. Una indemnización que hoy sí perciben ya las viudas de civiles que lo son por la brutalidad incalificable de los asesinos terroristas. La ley que regulaba estos supuestos no fue, desgraciadamente para ella y para otras muchas viudas, retrospectiva.
Es cierto que Blanca recibe la pensión que marca la Ley. Pero esa Ley es clamorosamente injusta. A ella se lo dicen las lágrimas que muy a menudo llenan sus ojos al contemplar a sus hijas, ante la impotencia en que se encuentra para darles una vida más digna. A los demás nos lo dicta, o al menos así debería ser, el sentido común" (ABC, 24/02/1990).
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.