La noche del 18 de octubre de 1983 un grupúsculo escindido de la rama político militar de ETA, autodenominados ETA-pm VIII Asamblea, conocidos como los octavos, acababa con la vida del capitán de Farmacia ALBERTO MARTÍN BARRIOS.
Terminaba así un sádico secuestro que se inició trece días antes, el 5 de octubre, cuando Martín Barrios salió de su domicilio poco antes de las ocho de la mañana para dirigirse a su puesto de trabajo en el Gobierno Militar de Bilbao, trabajo al que nunca llegó. Era habitual que hacia las 10:00 de la mañana Alberto llamase a su mujer, María Ángeles, pero esa mañana no lo hizo. Extrañada, fue ella la que llamó a las 11:00 y le comunicaron que su marido no había llegado aún al Gobierno Militar. A partir de ahí, saltaron todas las alarmas y se inició un calvario terrible para la familia, pues la banda asesina no exigía una contrapartida económica, sino la suspensión de un juicio contra miembros de la banda detenidos por el asalto, dos años antes, del cuartel del Ejército de la localidad catalana de Berga, Cuartel de Cazadores de Montaña. Como en el caso del ingeniero José María Ryan antes, y en el de Miguel Ángel Blanco después, el secuestro de Martín Barrios se vivió como la crónica de una muerte anunciada, pues era evidente que el Gobierno no iba a ceder al chantaje de los terroristas.
En el lapso de tiempo que transcurrió entre el secuestro y el asesinato, los terroristas mantuvieron un pulso con los medios de comunicación, a los que exigían la lectura íntegra de sus comunicados, llenos de farfolla política, mientras en paralelo la familia del militar pedía angustiada, a través de esos mismos medios, que liberasen a Martín Barrios.
Por otra parte, el secuestro de Martín Barrios coincide en el tiempo con algunas de las acciones de la "guerra sucia" contra ETA. Aunque entonces no se conocían sus siglas, fue entonces cuando nacieron los autodenominados GAL. El 15 de octubre, diez días después del secuestro de Martín Barrios, desaparecen en Bayona José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala. Para la izquierda proetarra el mensaje era claro: Madrid había decidido jugar la baza de la guerra sucia haciendo del secuestro de Martín Barrios una cuestión de Estado. El 18 de octubre cuatro GEOS intentan secuestrar en Hendaya al octavo José María Larretxea Goñi. Los policías españoles se abalanzan sobre la moto en que circula y, a consecuencia de la embestida, el terrorista resulta herido. La operación fracasa con la detención de los policías españoles por parte de la Policía francesa. La cúpula policial decidió el secuestro del etarra con la intención de "canjearlo por el capitán de farmacia Alberto Martín Barrios. Así lo indicó personalmente el entonces director de la Policía, Rafael del Río, a un político vasco ya retirado que ejerció labores de mediación con los octavos para intentar salvar al militar secuestrado" (El País, 29/01/95). Pocas horas después de este chusco episodio en Hendaya, los octavos anuncian que han asesinado a Martín Barrios e indican el lugar donde habían dejado abandonado el cadáver.
Cronológicamente, el desarrollo del secuestro de Martín Barrios fue así: el 6 de octubre los terroristas enviaron su primer comunicado en el que exigían la suspensión del juicio por el asalto al cuartel de Berga. Su segundo comunicado fue el 7 de octubre, en el que exigían a Televisión Española (TVE) la lectura "en sus informativos de la tarde" de un texto titulado "Berga: 1.000 años de condena a militantes abertzales" en el que cuestionaban la jurisdicción militar por la que iban a ser juzgados los etarras que asaltaron el cuartel y señalaban que, de ser juzgados por la jurisdicción civil estarían en libertad condicional, por lo que consideraban "desorbitadas" las penas que se pedían, que sumaban más de 1.000 años, a los nueve procesados. Dos días después, el 9 de octubre, los terroristas enviaron un escrito a la familia del capitán secuestrado exigiendo que TVE diese lectura de su comunicado el día 11 en los telediarios de la tarde y de la noche. El cuarto comunicado se envió el día 13 de octubre, y en el mismo se daba un plazo de treinta y seis horas para que el texto fuera leído en los informativos de las 15:00 horas y de las 20:30 horas. Este ultimátum iba acompañado de dos fotografías del secuestrado, en las que Martín Barrios aparecía con barba de varios días delante de una ikurriña y de carteles y pegatinas de la banda asesina.
Ante esta presión, TVE emitió el día 13 una parte del escrito, condicionando su difusión completa a la liberación del capitán. Los familiares, desesperados, pidieron a Julio de Benito, responsable de los servicios informativos de RNE, que emitiesen otro resumen en el informativo España a las ocho, petición que fue aceptada. Además, los periódicos vascos y algunos diarios de Madrid publicaron íntegro el documento de los etarras.
Pero ni estos gestos de los medios de comunicación, ni las dramáticas peticiones de la familia en rueda de prensa, en una de las cuales su mujer dijo que daría su vida a cambio de la de su marido ("Yo doy mi vida a cambio de la suya. Que me cojan a mí, pero que lo suelten. Por favor se lo pido, no puedo más") hicieron recapacitar a la banda asesina. El cuerpo sin vida del capitán de Farmacia, amordazado y con un tiro en la sien derecha, apareció en una caseta situada cerca del cruce de El Gallo, en Galdácano, próximo al parque de atracciones de Bilbao, tal y como había alertado un comunicante anónimo a la sede de la Cruz Roja en la capital vizcaína tres cuartos de hora antes. En un primer rastreo la Policía no consiguió encontrar el cadáver de Martín Barrios. En una segunda batida, ya en la mañana del 19 de octubre, se descubrió el cuerpo apoyado en un pequeño muro que rodea la caseta de El Gallo. "Estaba amordazado, y aunque apenas se le veía la cara, aparecía amoratado", declaró uno de los voluntarios de la Cruz Roja que participó en la búsqueda del militar. Trasladado en una ambulancia militar al Hospital Civil de Basurto, el dictamen forense indicó que el capitán secuestrado murió entre las siete y las ocho de la tarde del día anterior, 18 de octubre.
El último mensaje público que envió su mujer ponía de manifiesto que la familia esperaba un feliz desenlace del secuestro. Decía María Ángeles: "Alberto, no te preocupes por ninguno de nosotros. Tanto tus padres como tus hijos y yo estamos perfectamente con la esperanza de que todo se resuelva favorablemente". El portavoz de la familia, Daniel Rodríguez, primo de Alberto, declaró que no se esperaban el asesinato: "No lo comprendemos (...) hasta el último momento hemos mantenido la esperanza de que fuese liberado con vida". Interpelado acerca de la actitud de la familia respecto a los secuestradores dijo: "Como católicos, les perdonamos, y lo único que deseamos es que pueda resolverse esta situación". En relación con la postura de TVE, que condicionó la difusión del comunicado exigido por ETA a la liberación del capitán secuestrado, Daniel Rodríguez dijo: "No quiero echar más leña al fuego, pero cabe la duda de que si se hubiese emitido, se habría producido el mismo resultado". Y por si no quedaba clara la postura de la familia, en rueda de prensa esa misma tarde, dijo: "En cualquier caso, no hay más que un asesino: ETA-pm".
Aparte de la publicidad que lograron los octavos, grupúsculo de ETA que pocos meses después quedaría completamente desarticulado, el secuestro de Martín Barrios demuestra hasta qué punto la actuación del llamado nacionalismo moderado ha seguido fielmente la máxima del árbol y las nueces del que hablara Xabier Arzalluz, a tenor del relato del contexto en el que se produjo el secuestro y asesinato de Martín Barrios que hace José Díaz-Herrera en Los Mitos del Nacionalismo Vasco (Planeta, 2005), en gran parte tomado de las memorias de Mario Onaindia (El aventurero cuerdo. Memorias. 1977-1981, Espasa Hoy, 2004). Onaindia fue, junto a Juan María Bandrés, el principal artífice del proceso de autodisolución de la rama político-militar de ETA.
La famosa frase de Arzalluz, de la que se han transcrito diferentes versiones -"No conozco de ningún pueblo que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y otros discutan. Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas" o "Otros mueven el árbol y nosotros cogemos las nueces"- fue supuestamente dicha en una reunión secreta de dirigentes del Partido Nacionalista Vasco con José Luis Elkoro, Rafael Díez Usabiaga y Martín Garitano, pertenecientes al complejo ETA-Batasuna, en marzo de 1991. Esas conversaciones, de las que levantaría acta Martín Garitano, fueron posteriormente requisadas a Díez Usabiaga en un registro judicial, y filtradas a las periodistas Isabel San Sebastián y Carmen Gurruchaga, dando título al libro El árbol y las nueces. La relación secreta entre ETA y PNV (Temas de Hoy, 2000).
Si nos atenemos a lo que cuenta Mario Onaindia en sus memorias, el secuestro y asesinato de Martín Barrios sería un ejemplo acabado de cómo la actuación del PNV -para algunos nacionalistas moderados, para otros, nacionalistas a secas-, se ha ajustado a ese guión del árbol y las nueces, aunque en realidad el papel del PNV en el terrorismo de ETA ha sido mucho más activo de lo que se puede deducir de esa frase.
Para entender lo ocurrido en este sádico crimen hay que tener en cuenta que ETA político-militar tuvo unas características muy diferentes a ETA militar. En ésta siempre hubo una total, absoluta e incontestada supremacía de los dirigentes de la banda criminal, que no dejaba a los miembros del brazo político, Herri Batasuna, más que la opción de la fidelidad y sumisión perruna a sus dictados. Por el contrario, entre ETA-pm y Euskadiko Ezkerra nunca se produjo esta situación de jerarquía. Banda terrorista y brazo político mantuvieron una amplia autonomía, donde, en todo caso, los dirigentes de la coalición ejercían una notable influencia sobre los que "empuñaban las pistolas".
Lo cierto es que, una vez que se aprobó el Estatuto de Guernica, importantes dirigentes de EE como Juan María Bandrés, Mario Onaindia o Teo Uriarte, empezaron a mostrar públicamente su malestar por el mantenimiento de la "lucha armada". El momento clave se producirá con el golpe de estado del 23 de febrero de 1981 cuando a estos políticos se les abren los ojos sobre el abismo al que la violencia terrorista había llevado a España en general, y al País Vasco en particular. A partir de este momento, desde EE se redoblarán los esfuerzos para acabar con esta locura y así, rápidamente, el 28 de febrero obtienen los primeros resultados cuando ETA-pm, en una rueda de prensa clandestina, anunció una tregua unilateral e indefinida.
Sin embargo, pronto surgió un nuevo e inesperado obstáculo, o quizás no tan inesperado para aquellos que conociesen bien cómo actuaban los nacionalistas "moderados". Dirigentes del PNV trasladaron a dirigentes de EE su malestar por esta tregua. Mario Onaindia fue abordado por el consejero de Cultura, Ramón Labayen, y el de Educación, Pedro María Echenique, que le manifestaron que era "la peor época para hacer una tregua".
Cuando Onaindia acudió al sur de Francia a entrevistarse con el máximo líder del "aparato militar" de ETA-pm, Jesús Abrisqueta Corta, se llevó la sorpresa de que se le había adelantado una comisión del PNV integrada por Xabier Arzalluz, Andoni Monforte, Koldo Amezketa, Anton Jaime y Gorka Aguirre que se entrevistaron con los dirigentes de la banda Juan Miguel Goiburu Mendizábal, Fernando López Castillo, Jesús Abrisqueta Corta y Pedro Astorquiza.
Así el entonces máximo líder de los terroristas, Abrisqueta Corta, hacía suyas las reflexiones de los dirigentes nacionalistas:
- Arzalluz y Monforte nos han dicho que es el peor momento para decretar la tregua.
- ¿Por qué? - pregunta Onaindia
- Eso debilitaría las posiciones del PNV en las transferencias de competencias (José Díaz Herrera, Los Mitos del Nacionalismo Vasco, Planeta, 2005, págs. 700-701).
Lo cierto es que, a partir de este momento, ETA político militar entra en una aguda crisis entre los partidarios de volver al tiro en la nuca y las bombas y los que deseaban el final definitivo de la violencia. Y precisamente fue ese dirigente criminal que, según Onaindia, había hecho suyo el argumento del PNV, Jesús Abrisqueta Corta, quien dirigirá la rebelión contra los dirigentes políticos de EE. Abrisqueta tenía una notable influencia en la banda dado que era uno de los últimos integrantes de la ETA anterior a la irrupción de los miembros de EGI-Batasuna que seguía practicando la violencia terrorista y había sido condenado en el Consejo de Burgos.
En este contexto de un PNV al que le viene mal la tregua de ETA-pm, el 25 de febrero de 1982 se ponía en marcha el mortal engranaje que terminaría con la muerte de Alberto Martín Barrios. En rueda de prensa clandestina, miembros de ETA-pm profusamente armados anuncian el regreso a la violencia calificándose a partir de ahora como VIII-Asamblea, mientras el sector que mantuvo la tregua se denominó la VII-Asamblea.
Inmediatamente lanzaron una fuerte ofensiva terrorista, con secuestros, robos, colocación de bombas... pero una eficaz reacción policial hizo que uno tras otro fueran cayendo los octavos. Muy pronto se iniciaron las desavenencias entre un amplio sector que pedía aceptar como eje de sus demandas la alternativa KAS, detrás de la cual estaban los que serían conocidos como los milikis, y un sector más minoritario que seguía encabezando Abrisqueta, que no quería ningún acercamiento a ETA-militar, ni tan siquiera a nivel programático.
En ese contexto de grave crisis interna es cuando los miembros de la VIII-Asamblea llevan a cabo el secuestro de Martín Barrios, como un intento desesperado por recobrar una influencia y un prestigio que ya habían perdido en el entorno ultranacionalista. El cruel desenlace del mismo, en el cual los dirigentes de Herri Batasuna cínica e hipócritamente hicieron todo lo posible para destacar la orfandad de apoyo político de los asesinos, significó a la postre el final de la VIII Asamblea. El 10 de enero de 1984, su principal líder, Abrisqueta, y por tanto el máximo sospechoso de haber dado la orden del asesinato del capitán de Farmacia, era detenido en el sur de Francia y expulsado a América, residiendo actualmente en Cuba, donde inició una exitosa carrera como empresario.
Si damos por cierto el escalofriante relato de Mario Onaindia -protagonista central de la autodisolución de ETA pm-, del que se hace eco José Díaz Herrera, es lícito hacerse las siguientes preguntas: si no hubiese intervenido el PNV señalando lo mal que les venía la tregua de ETA-pm ¿habría sido secuestrado y salvajemente asesinado Alberto? ¿Fue Alberto víctima de la "guerra sucia" del partido de Arzalluz? ¿Qué relaciones secretas ha mantenido el PNV con ETA? ¿ETA mueve el árbol y el PNV recoge las nueces o es el PNV el que ha movido directamente el árbol y todos han recogido las nueces? El papel del PNV no sólo en el nacimiento de ETA en las navidades de 1958 como grupo de jóvenes escindidos del propio PNV, sino en el mantenimiento de la banda y en su supervivencia durante tantas décadas, ha sido mucho más activo de lo que la frase del árbol y las nueces nos pudiera hacer pensar. Siguiendo con el símil, el PNV plantó el árbol, lo regó, lo podó cuando le interesó, lo abonó cuando hizo falta, lo movió cuando le convino, y recogió las nueces que ese árbol daba. El problema del PNV es que ETA también quiere recoger las nueces, en justo "premio" a su actividad criminal. Y en esas estamos más de cincuenta años después.
Lo cierto es que el asesinato de Martín Barrios supuso, por un lado, el final de ETA político-militar y, por otro, el recrudecimiento de las acciones de los GAL, con el secuestro en Hendaya, el 4 de diciembre, del empresario Segundo Marey, liberado diez días más tarde, inicio de una escalada de asesinatos de etarras en el sur de Francia. El trágico epílogo del secuestro del capitán de Farmacia sería, pues, el pretexto para continuar con la guerra sucia.
En mayo de 2006 fueron extraditados por México seis miembros de ETA, entre ellos Ernesto Alberdi Elejalde, alias Raka de Eibar, que participó en el secuestro y asesinato del capitán de Farmacia Alberto Martín Barrios y en el secuestro del médico Manuel Allende Porrua en Bilbao. En julio de 2009, Alberdi Elejalde y los otros cinco etarras extraditados (Félix Salustiano García Rivera, Juan Carlos Artola Díaz, María Asunción Gorrochategui Vázquez, José María Urquijo Borde y Asier Arronategui Durald) fueron juzgados por conformar un grupo estable de ETA en México, por lo que la Fiscalía pedía 6 años de cárcel para cada uno de ellos. Los acusados mostraron su conformidad con la pena, pactada por la fiscalía y los abogados de los etarras, y "solicitaron la puesta en libertad de tres de los acusados que ya habían cumplido esos seis años de cárcel en prisión provisional, entre ellos Ernesto Alberdi Elejalde".
Alberto Martín Barrios tenía 39 años. Estaba casado con María Ángeles Alonso Linaje y el matrimonio tenía tres hijos: Rubén de 11 años, Sergio de 8 y Alberto de 3. De profundas raíces vascas "le encantaba la cesta punta", contaba su mujer en 2006:
Me llevó embarazadísima de mi último hijo a ver partidos de cesta punta a Durango. Era un incansable seguidor del Athletic, no se perdía un partido. Era el farmacéutico que atendía a los jugadores. Conocía a Txetxu Rojo y a otros muchos jugadores de la época. Se sentía tan contento en su tierra, con su farmacia, la familia... ¿Cómo iba a pensar él que un etarra podría matarle?" (Iñaki Arteta y Alfonso Galletero, Olvidados, Adhara, 2006).
Miles de personas salieron a la calle en ciudades de toda España para manifestar su dolor y su repulsa por el sádico y cruel asesinato de Alberto.
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