En la madrugada del 4 de septiembre de 1978 apareció en Aguinaga (Guipúzcoa) el cadáver del taxista AMANCIO BARREIRO GENS, visto por última vez con vida el sábado 2 de septiembre cerca de Pasajes. El taxista había sido asesinado con dos tiros a bocajarro en la cabeza tras ser secuestrado por dos miembros de la banda terrorista ETA. El cadáver se encontraba boca abajo, con las gafas puestas y un gran charco de sangre junto a la cabeza. Presentaba también un impacto de bala en el vientre. La Policía recogió en el lugar de los hechos cuatro casquillos de bala del calibre 7,65 mm.
La última ocasión en que fue visto con vida se encontraba en un garaje de Trincherpe, junto a Pasajes, donde limpiaba su vehículo después de regresar de un viaje a Málaga. Así lo vio su esposa en torno a las 19:30 horas. No volvió a casa esa noche, ni tampoco llamó a su mujer, cosa que siempre hacía cuando le surgía algún servicio largo.
Su automóvil -un Mercedes con matrícula de Madrid- fue localizado por la Guardia Civil de tráfico a las cinco de la tarde del domingo 3 de septiembre, casi a la misma hora en que su esposa, alarmada por la falta de noticias, denunciaba la desaparición de Amancio. El coche se encontraba abandonado en la carretera N-634, a pocos kilómetros de Orio, con las puertas abiertas y las llaves puestas. El rastreo inmediato de la zona no dio ningún resultado.
La Guardia Civil localizó el cadáver en la zona que les había indicado una voz anónima por medio de una llamada telefónica a la comisaría de Irún en torno a las tres de la madrugada del lunes 4 de septiembre. Cuando empezó a clarear el día, el cuerpo del taxista fue localizado en una pista forestal. El comunicante afirmó que Amancio Barreiro había sido ejecutado, aunque no especificó los motivos ni la filiación de los autores del hecho. Posteriormente un autodenominado Comando Autónomo Iparraguirre reivindicó el asesinato.
La investigación posterior, según se recoge en la sentencia de la Audiencia Nacional de 1981 que condenó como autor material del asesinato a Jesús María Larzabal Bastarrica, alias Mikel y Lagun, a 26 años de reclusión mayor, determinó que el sábado 2 de septiembre dos miembros de los Comandos Autónomos Anticapitalistas solicitaron los servicios de Amancio Barreiro para que los trasladaran a Usurbil. Cuando llegaron a la cuesta de Aguinaga, los etarras le indicaron que cogiera un camino vecinal para dirigirse a un caserío. Tras alejarse de la carretera le amenazaron con pistolas y le pidieron la documentación. Una vez que comprobaron que era la persona a la que buscaban, le dispararon a bocajarro y huyeron en el propio taxi de Amancio. Según contaron los asesinos en el juicio, Amancio les suplicó que no lo asesinaran, que tenía dos hijos. Pero de nada sirvieron las súplicas. "Primero [Jesús María Larzabal] le pegó uno en la pierna, para que no pudiera huir. Además, estos cobardes reconocieron que papá suplicó de rodillas que no le mataran, que tenía dos hijos pequeños..." contó en 2009 Mercedes Barreiro Vázquez, hija de Amancio (soitu.es 14/09/2009).
En la misma sentencia de 1981 se condenó a seis años de reclusión a José Ángel Cincunegui Urdampilleta en concepto de encubridor del crimen. Cincunegui fue quien trasladó a los autores materiales del asesinato al lugar donde solicitaron los servicios de Amancio, y quien los recogió posteriormente. Lamentablemente, el asesino Larzabal y su cómplice Cincunegui salieron a la calle cuando sólo habían cumplido dos años de la pena impuesta.
En junio de 2006 la Audiencia Nacional ha reabierto el caso del asesinato de Amancio al instruir diligencias contra un nuevo encausado, Antonio Mario Celaya Otaño, como presunto autor material del asesinato del taxista pontevedrés. Celaya Otaño fue detenido en Francia en 2002, tras disfrutar de un dorado exilio en México. La reapertura del caso cogió por sorpresa a los familiares de Amancio, algo habitual en los juicios contra etarras, en los que suele ser frecuente no informar a los familiares directos de los asesinados. Al tener conocimiento de la reapertura, la hija menor del taxista, Mercedes Barreiro Vázquez, que tenía 9 años cuando asesinaron a su padre, declaró a El Faro de Vigo que lo que espera "es que este señor se pudra en la cárcel lo que le queda de vida, o por lo menos los 30 años que se contemplan para delitos de sangre". En pleno proceso de paz del Gobierno de Rodríguez Zapatero, tanto ella como José Barreiro, hermano de Amancio, se mostraron desencantados con la justicia española y totalmente en contra de la negociación con la banda asesina ETA a cambio de contrapartidas. "Hay que negociar sí, pero no se puede negociar a cambio de algo. La realidad es que aún no han entregado las armas, y no se han arrepentido de nada". La hija de Amancio reconoció que no es capaz de perdonar. "Yo nunca jamás perdonaré a los asesinos de mi padre. Cuando aquello pasó yo tenía nueve años, pero lo recuerdo todo perfectamente" (El Faro de Vigo, 27/06/2006). En 2007 la Audiencia Nacional condenó a Celaya Otaño a seis años de prisión como colaborador, con Cincunegui, en el asesinato de Amancio, pero como ya había cumplido parte de la condena en Francia, a los seis meses fue puesto en libertad. No fue condenado como autor material pese a existir una carta autoinculpatoria del propio etarra.
Amancio Barreiro Gens, de 36 años, era natural de Vilar de Cordeiro (Pontevedra) y residía en Pasajes. Estaba casado con Mercedes Vázquez y tenía dos hijos, de 11 y 9 años: Josecho y Merche. Según su esposa había sido ya amenazado por la banda terrorista ETA. En un reportaje publicado en soitu.es en 2009 se narraba cómo Amancio Barreiro había decidido emigrar desde Vilar de Cordeiro al País Vasco "para ganarse el pan". Buen mecánico, pronto se hizo cargo de un taller en Pasajes (Guipúzcoa), situado enfrente del bar de los Vázquez, otra familia de inmigrantes gallegos. La hija pequeña, Mercedes, acabó casándose con Amancio, y ampliaron la familia con el nacimiento de Josecho y Merche. A mediados de los sesenta, Amancio decidió cambiar de trabajo y entró a formar parte de la compañía de taxis 'París', junto a sus cuñados, empresa que centró su negocio en recorrer toda España con grandes turismos. Pero en los setenta el ambiente empezó a enrarecerse. "Era terrible. Esos años los terroristas colocaron en la diana a los taxistas y les iban a buscar a casa. Decían que, como en el taxi van muchas personas, los conductores eran confidentes policiales y chivatos", señala Mercedes, viuda de Amancio.
Este ambiente asfixiante y el miedo cada vez mayor a que asesinasen a Amancio, llevó al matrimonio a plantearse emigrar de nuevo. Su mujer le animó a enviar una solicitud para la Renault de Valladolid, que fue aprobada en el verano de 1978. "Tenía previsto hacer los últimos servicios ese primer fin de semana de septiembre y marcharse el lunes. Yo iba a quedarme hasta que los niños acabaran el curso que empezaban, pero los asesinos nos rompieron todos los planes aquel 4 de septiembre", cuenta Mercedes. Además de quedarse viuda y sus dos niños huérfanos, "tuvieron que llorarlo entre las cuatro paredes de su casa, ver cómo los vecinos se cambiaban de acera para no darles el pésame, cómo las monjas del colegio de la niña se negaban a oficiar una misa, contemplar las malas caras en los comercios del barrio, o aguantar cómo las compañeras del colegio se acercaban para espetarles a los huérfanos 'a tu padre le han matado por chivato'". "Hasta un vecino de toda la vida, al que mi marido había prestado un gran turismo para la boda de sus hijos, nos dijo que 'a saber lo que Amancio hizo para que le hagan eso...' Nos dio la espalda gente que creíamos nuestros amigos", contó su viuda más de treinta años después.
Mercedes y sus hijos aguantaron un año en San Sebastián, que fue terrible. Después decidieron instalarse en Santiago de Compostela, pero el miedo a la estigmatización continuó, por lo que le dijo a sus hijos que en el colegio contasen que su padre había muerto en un accidente de tráfico (soitu.es, 14/09/2009).
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Es fundamental recordar y honrar a todas las personas que perdieron la vida o resultaron afectadas por los actos violentos perpetrados por ETA. Cada una de estas víctimas merece nuestro respeto y solidaridad.